Desde siempre, un valle de pasiones

Perdiste el alma, buscaste. Sin dudas, donde vivo es un valle de pasiones . Así se llama el té (disculpen, la infusión) que le hace honores a este lugar lleno de historias de inmigrantes que han llegado con el hambre a cuestas, sobreviviendo a las guerras del tiempo, al vértigo de los mares, al peligro de la seducción de las sirenas; en los tiempos en que algunos aún creían en la chatura de la tierra y en los feroces animales marinos que provocaban naufragios. Aún escucho el eco de los relatos sobre los antiguos que con paciencia transcribí para el libro Voces de mi Ciudad, los hombres que hicieron el canal “principal” a pala, el desmonte a mano para plantar lo que fueran a comer, el sulky enterrado en el barro con la novia arriba, la promesa incumplida de regresar que le habían hecho a algún querido y que se llevaba en los hombros como un fardo pesado y mojado. Pero estos tiempos de inmigrantes, de inicios, urgencias sufridas, hartazgos y locuras con un nivel de pasión límite,...