Desde siempre, un valle de pasiones

Perdiste el alma, buscaste.

Sin dudas, donde vivo es un valle de pasiones. Así se llama el té (disculpen, la infusión) que le hace honores a este lugar lleno de historias de inmigrantes que han llegado con el hambre a cuestas, sobreviviendo a las guerras del tiempo, al vértigo de los mares, al peligro de la seducción de las sirenas; en los tiempos en que algunos aún creían en la chatura de la tierra y en los feroces animales marinos que provocaban naufragios. Aún escucho el eco de los relatos sobre los antiguos que con paciencia transcribí para el libro Voces de mi Ciudad, los hombres que hicieron el canal “principal” a pala, el desmonte a mano para plantar lo que fueran a comer, el sulky enterrado en el barro con la novia arriba, la promesa incumplida de regresar que le habían hecho a algún querido y que se llevaba en los hombros como un fardo pesado y mojado.

Pero estos tiempos de inmigrantes, de inicios, urgencias sufridas, hartazgos y locuras con un nivel de pasión límite,  no son los que vivimos cuando llegamos con mis padres a mis 6 años. Nosotros conocimos la época pujante del Valle de Oro, ningún nombre mejor para el frigorífico y planta de empaque estrella. Era el auge de la fruticultura, los años felices. En la ventana del living de mi casa había un agujerito en el vidrio producto de una bala perdida durante una rebelión popular de la que todos hablaban. El cipolletazo había sido el año anterior de nuestra llegada y tuvo como líder a nuestro vecino de enfrente, el Dr Salto, al que prontamente todos adoramos devenido en superhéroe para cualquier infante. Por esos años, las temperaturas invernales eran de -15° y mi madre se las ingeniaba para hacernos las recetas calóricas de sus ancestros.

Este comenzaba a ser el “Valle de Pasiones” de mi familia, el lugar del motivo y las oportunidades, de los sueños y el trabajo. Poco tiempo después llegaron los amigos y los maestros, y más tarde los novios y los esposos, y luego los hijos y los nietos. Así que, el valle fue para todos nosotros, cuna de pasiones.



 

Preparo esta infusión hace muchos años y es mi caballito de batalla. Me lo piden cuando me invitan a comer y como siempre cuento, brilló el día en el que en mi mesa navideña se acabó antes que la cocacola. Lo hago en jarra y helado. Y también enseño que para que conserve todas las vitaminas, sobre todo la C se debe hacer la infusión en frío… durante todo un día en heladera. Sí, se puede!



Valle de Pasiones tiene fruto de rosa mosqueta andino patagónica, trocitos de manzana del valle de Río Negro, ramitas de canela, clavo de olor, semillas de cardamomo; cascaritas de naranja, mandarina y pomelo, y una pizca de lavanda del Limay . Y se le suman todas las pasiones, como ecos de historias antiguas, la revelación de un espíritu de sacrificio y paciencia de estos pasionarios inmigrantes que dejaron huellas profundas en la piel de este terruño. Es el sello de todos los Y sin embargo.



Acá dejo el link de la ficha técnica de la rosa mosqueta, que está en este mismo sitio en enero del año pasado:

https://ysinembargotq.blogspot.com/2022/01/rosa-mosqueta-ficha-tecnica.html



El licor (así se le llama al líquido resultado de la infusión) es tremendamente atractivo, color ámbar rojizo brillante. El sabor lleva la elegante hermandad de la manzana con la canela, el toque ácido de la rosa mosqueta que junto a los otros cítricos actúan en equilibrio con los especiados. El aroma de todas las especias invadirá la casa, el patio, la vereda. Podrá ser un día caluroso de verano y tendrá hielo o tal vez llegar la nieve del invierno y habrá que calentarlo… porque sí y sin embargo.



Y no puedo con mi genio, sí, éste es un trabajo escolar que amé ni bien lo ví, porque es un tributo a la manzana, como hicimos tantos en nuestra infancia. En este caso una revista con chistes y recetas que ensalzan el valor nutritivo de esta fruta llena de pasiones (y vitaminas y minerales)
Piedra libre a la manzana!
Gracias maestro Chino, por conservar esta joyita por 40 años!  



Y gracias Juan Quintero, Luna Monti, Luis Pescetti
por esta ternura que mece amapolas, para llevarte a vivir a este valle de pasiones.

 

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