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De paraísos y reinados, de Evas y Almas

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Las flores de este paraíso nos dicen a todos que esta tarde somos parte del jardín. Con el pudor de los sobrevivientes  podemos decir que somos felices Cristian Alarcón. “El Tercer Paraíso”      Justo estoy terminando de cosechar las últimas flores del verano cuando me cae en mis manos el libro “El tercer paraíso” de Cristian Alarcón, que me ofrece todas sus ternuras a la vez que la pregunta inconsciente: con cuántos jardines cuento yo en mi haber, o de cuántos paraísos me vengo sosteniendo. Preparo un mate. Le agrego un mix de yuyitos que he dado en llamar Reina de Reyes: hojas de higuera, mora y frambuesa, flores de alfalfa y caléndulas. Me siento una reina en mi jardín, mi reino.  Y recuerdo el jardín de la casa de Martínez, el limonero y las rosas chinas, tan de abuela con macetas, helechos, gomero, hiedras y palmera. Todos los jardines en Martínez aún hoy tienen palmeras. Cuando mis padres se mudaron al valle vinieron las macetas con todo lo enumerado inclusive una

Por ese palpitar en las aventuras de la China Iron

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  Me miró con desconfianza y me alcanzó una taza con un líquido caliente y me dijo “tea”, como asumiendo que no conocería la palabra y teniendo razón. “Tea”, me dijo, y eso que en español suena a ocasión de recibir, “a ti”, “para ti”, en inglés es una ceremonia cotidiana y eso me dio con la primera palabra en esa lengua que tal vez había sido mi lengua madre y es lo que tomo hoy mientras el mundo parece amenazado por lo negro y lo violento, por el ruido furioso de lo que no es más que una tormenta de tantas que sacuden este río. Gabriela Cabezón Cámara, “Las Aventuras de la China Iron”   Al igual que la protagonista de este libro, estoy tomando mi té. El té que hace siglos es objeto de bienvenida, apertura, solidaridad. El té para bienvenir al otro, desconocido, huérfano, distinto. El té que romperá las barreras, los límites entre las personas. El té que no necesita de la palabra porque usa el idioma del agua que espeja y transparenta. Me acuerdo de la primera vez que me asomé a mi

Te encontraré en mis sueños

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  Hoy 28 de julio es el día más frío de este invierno y es el día en que las abuelas encontraron al nieto N°133. Lo bienvenieron su hermano y su padre. Siempre me caen estas noticias en el momento justo en que la alteración de mis emociones llega a la máxima potencia, entonces la noticia me interpela en mi rol de abuela de un niño de 4 años, en mi rol de madre de un joven de 24, en mi rol de hermana, en mi rol de tía. Mi nieto tiene 4 años y tengo la suerte de que nos acompañamos diariamente, yo lo veo crecer y él me vé anidarlo. Tenemos conversaciones alucinantes como ésta, cuando mirábamos una escena romántica en el teatro de títeres: -Abuela, qué tiene de bueno el enamoramiento? - me pregunta. Yo le sonrío. Él vuelve a acercarse y en un susurro me dice:- Estoy esperando una respuesta.- Entonces le cuento que el amor te hace cosquillas en la panza. Y agrego – como mariposas. Y sigo – y eso te hace muy feliz. Me mira asombrado y en su asombro, se construye con mis respuestas, se

Nuestro jardín en una taza y el breve espacio en que no estás

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  Volveré yéndome. Me partiré volviéndome Durante la primavera y el verano junto flores. Para que cuando se marchite el sol en el invierno, tener un pequeño jardín florecido, bello y fragante en la tetera de vidrio. Esa fiesta de colores brillantes y sabores intensos es la mejor gala para seguir celebrando la vida, en el breve espacio en que no estás. No tengo miedo al invierno, con tu recuerdo lleno de sol. Jaime Dávalos. Tonada del viejo amor Es un pedacito de jardín en una taza, un retazo de veranito. Es un tributo a Pablo Milanés que se quedará enrededado en nuestra vida de amores y pasiones. Es momento de memoriar, acunar las ausencias, visitar esa hondura insondable que acumula felicidades, pedacitos de tiempos crudos que quedaron sin cocinar pero siguen levando misteriosa y eternamente, así el amor en plenitud e incertidumbre.  El breve espacio en   que no estás es un blend de té verde chino con pimpollos y pétalos de jazmines, rosas, caléndulas, violetas y peperina, piel

Renaceré en domingo, Kundera se queda conmigo

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Antes de ayer murió Milán Kundera, uno de mis escritores preferidos, de esos que me volaron la cabeza, de esos que me enseñaron a pensar, a ser, a entender la historia del país de mis abuelos. Leí “El Libro de los Amores Ridículos” en los ‘90s, la edición tenía en la portada una pintura diminuta de Pablo Picasso, “Mujer con medias verdes” y me acuerdo del flash que tuve ese año con todas las transgresiones recibidas. El único capaz de entenderme era el tío Guillermo que había vivido en la antigua Checoslovaquia y con el que me podía permitir el divague largo y tendido. Ni hablar cuando leí "La Insoportable Levedad del Ser", una historia de amor tremendamente profunda que me llenó de contradicciones y por primera vez tuve una reflexión si se quiere filosófica de mi existencia. Kundera me dejó pensar sola, hablar conmigo misma, sentir el peso insoportable de mi propia levedad. Conocí por esas épocas mis propias definiciones, cuánto arriesgo, cuánto puedo ser libre para que no m