Un país de montañas azules, dulce Tucumán, linda Salta, ferias, yuyos y más

“Cierta vez en la mañana de un país de montañas azules,

miraba yo esas nubes pequeñas,

que suelen quedar como prendidas de las piedras

en la mitad del cerro.

El aire, ausente. Más arriba, un cielo azul,

abajo, la tierra dura y cálida.

Alguien dijo unas raras palabras

refiriéndose a esas nubecitas blancas,

quizá lejanas ya, que embellecían el paisaje…

Eso, que usted está mirando,

no son nubes amigo.

Yo creo que son vidalas olvidadas,

esperando que alguien comprenda su silencio,

entienda su palabra, intuya su canción.

Poco tiempo después de ese momento

que no se puede traducir cabalmente,

porque está más allá de nuestro entendimiento,

nació la vidala del silencio.”


Atahualpa Yupanqui 



Tengo los ojos llenos de paisaje: de selva y valles calchaquíes, de arena y vientos que roban sombreros desprevenidos. Tengo ojos llenos de asombro de montañas quebradas y silencio, de vides reposando sus largas herencias y cardones vigilantes de historias memoriadas. Tengo la boca llena de dulce mistol, miel de caña, cayote, quesillo, maíz, comino, pimentón, hierbas. Y sí, muchas hierbas, que las llaman “yuyos”. Tengo las voces dando vueltas de todo lo pronunciado. Miman y curan a la par.

Marina, con la que el Chino, mi compañero, se prometió hermandad, allá en su juventud, ser hermanos de la vida adoptados mutuamente; nos esperaba a mitad de camino entre su pueblo y el nuestro. Fue el tiempo del reencuentro, de revivir las crónicas, de desollar la piel para conocernos por dentro. Cuando cada cual recuenta su historia, se reconoce nuevamente. Y también se reencuentra así mismo. Pepe nos asó un cabrito, como homenaje y bienvenida a nuestra pequeña tribu multicolor (de tan diverso origen) y la mesa se llenó de risas cuando soltamos a andar tras las huellas de esos duendes simpáticos y traviesos que se escurren entre el monte y los miedos ancestrales de las gentes, mágicos seres que pueblan el norte para maravillar a las niñas, como René, y hacen interrumpir la conversa ante semejante fascinación:

-Ud los vio? –

No importa la respuesta, nadie la recordará. Sin embargo, esa misma pregunta me vuelve a mi memoria. Y con ella, las mesas de mis suegros hace 20 años atrás con amores, sabores y relatos similares, palabras en guaraní que siguen sonando en cámara lenta. Y nombres que me suenan antiguos: la tía Ana,  el tío Climaco, la tía Barto (Bartolina), la tía Rubia, la tía Quili (Aquilina), Tatín Canciana y Antonio…

Marina me interrumpe con su propio ritual: llena con manzanilla un saquito de lienzo hecho con sus propias manos mientras me cuenta de un yuyo imprescindible que siempre lleva consigo en los viajes, y que lo cura todo. Para entonces yo ya había comprado en el camino “incayerba” o “incayuyo” o “té del inca”, que es una hierba nativa y ancestral, apropiada por los incas para muy variados usos medicinales, por ejemplo, para levantar el ánimo…es un yuyo para la tristeza, la melancolía. Me servirá para la vuelta a casa…para nostalgiar tranquila, para visitar a mis muertos.

-Le pone un poquito al mate así, vió? O se hace un té. Y listo.-me explicó Avelino al tiempo que tejía una canasta.

Y en esas dos palabras, lo que no se sabe, es que encerró un mundo.


En las ruinas del pueblo originario 

de los Quilmes,

una cocina,

morteros en grandes piedras 

para moler granos, semillas o hierbas

para alimentar o curar.


Feria de Simoca:

Especieros.

Los agricultores del lugar cosechan, 

secan al sol,

y muelen en morteros o molinos

Nos seduce el color y el aroma (tremendos!) y se nos hace agua la boca cuando pensamos en sus sabores.  

Suma que las especias, contienen vitaminas, hierro, calcio, minerales;

y son aliadas de la salud.   

En las ferias también se venden “yuyos” (hierbas, cortezas o flores para infusión) que en estos pagos del norte, el botánico Jorge Hieronymus  (*) clasificaría hace un siglo y medio atrás. Los saberes antiguos que salen a la luz.

También se consigue, el bolanchao:

fruto del mistol machacado en mortero,
para luego darle forma de bolas 
cubiertas con harina de algarroba.

(Dulcísimo como todo lo tucumano, ancestral, riquísimo y nutritivo)

Estas señoras hacen miel de caña.

Pasan la caña de azúcar por la máquina

unas cuantas veces para extraer su

líquido, que de a gotas se almacena en un 

recipiente. 

Este líquido va al fuego lento unas 8 hs. 

hasta que se convierte en miel. 

(uf, para bañar un postrecito, lo compro, sí!)


Del productor al consumidor: 

cerdos y patos, 

calabazas, 

huevos,

quesillo, 

harina de maíz y chalas 

para los famosos tamales,

Y una familia.  

Los tamales llevan implícita una ceremonia...

cuando se abre este paquete, 

te asalta un tibio vapor con aroma a maíz 

que envuelve un corazón 

de carne de cerdo cortada a cuchillo, 

con las más intensas fragancias del comino y pimentón. 

El sabor seduce. Te hace cerrar los ojos 

y sentir tu propio corazón. 

En el silencio de una noche,

con el tecito y las dulzuras compradas, tesoritos tucumanos,

me sumerjo en la profundidad de los ojos ajenos, 

voy canturreando una música desconocida,

traduciendo el significado de otros paisajes,

intuyendo mandatos ancestrales, entendiendo el olvido,

con la certeza de haberme conocido un poquito más.





Ficha técnica: Té del Inca o Incayuyo




Para seguir leyendo, fuentes y ampliaciones:

(*) Jorge Hieronymus fue un botánico alemán que en 1872 llegó a Argentina para trabajar en la Universidad de Córdoba. Hizo varias expediciones, recogiendo grandes colecciones de plantas y flores, dibujándolas y tomando nota de sus usos en base a los testimonios por parte de los pobladores locales. Estos trabajos dieron lugar al intercambio con Jardines Botánicos del exterior y a la edición de libros, como el catálogo de plantas llamado Plantae diaphoricae florae argentinae editado en 1882 y que hoy tenemos acá a mano, gracias a estar digitalizado, desde la Biblioteca del Jardín Botánico de New York. Es un pionero en referenciar a las “plantas medicinales, alimenticias o de cualquier otra utilidad” poniéndolas en el anaquel de los boticarios.


https://archive.org/details/plantaediaphoric00hier/mode/2up

 En la página 212, menciona a la Lippia integrifolia (incayuyo) de esta manera:



Ya pasó mucho tiempo desde Hieronymus. Hoy se llaman “papers” los escritos que presentan diversos estudios que a lo largo de los años confirmaron los beneficios del “té del inca”, hoy muy utilizado en la industria de la bebida. 

http://www.herbotecnia.com.ar/aut-incayuyo.html

El Inta está desarrollando varios proyectos productivos para apoyar a las economías regionales:


Esta historia de NOA, identidades, yuyos y dulzuras no tiene fin, es sólo el principio de...




Nos acompañan en el recorrido, Inti Illimani, con Caro Nino





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